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Fernanda de Utrera, cantaora de flamenco gitana andaluza.


Fernanda Jiménez Peña (Utrera, provincia de Sevilla, 9 de febrero de 1923-ibídem, 24 de agosto de 2006), más conocida como Fernanda de Utrera, cantaora de flamenco gitana andaluza.

Según afirmaba su hermana Bernarda, ambas son ‘cantaoras de nacimiento’, recibieron la influencia artística de su entorno desde la niñez, ya que nacieron de cuna gitana. Desde pequeñas, multitud de artistas gitanos flamencos acudían a la casa de los Jiménez Peña a escucharlas.

La carrera artística de Fernanda está íntimamente ligada a la de su hermana Bernarda, con quien ha compartido carteles y grabaciones durante cincuenta años. Ambas hermanas iniciaron su andadura profesional en 1957 de la mano de Antonio Mairena, quien las llevó a Madrid para actuar en los tablaos Zambra, El Corral de la Morería, Torres Bermejas y Las Brujas.

Fernanda está considerada por muchos la mejor cantaora de soleares de todos los tiempos, y aunque este extremo es difícil de demostrar, ya que no se guardan registros sonoros de artistas pretéritos, todos los expertos coinciden en destacarla como la mejor cantaora en este palo del flamenco en todo el siglo XX,​ sólo comparable con la cantaora del siglo XIX Mercedes Fernández Vargas, «La Serneta» (1840-1912)​ de quien no se conserva grabación alguna.​ Su voz ronca, rota y la modulación de la misma en la ejecución de sus cantes le confería un estilo propio, único en el panorama flamenco.

Además de la soleá, es reconocida su maestría en otros palos del flamenco, como la bulería, la cantiña o el fandango.

Como fandanguera se salía realmente de lo común. Porque, como ella decía, hay que poner el corazón. "Yo tengo un fandango grabao, eso de a mis niños no me los abandones..., pues desde que murió una hermana mía, eso no lo pueo yo cantar, porque me acuerdo de mi hermana que dejó a sus hijos solos. Me la pide la gente y forzá la canto; pero me entra un repeluzno y una descomposición de cuerpo, que no pueo, ea, que no pueo".

Sus soleares podían ser memorables cuando estaba en buenas condiciones para cantar, lo que no siempre ocurría, sobre todo en sus últimos años de actividad. Pero en sus mejores tiempos, su voz oscura y rota, casi siempre insuficiente pero preñada de duendes y misterio, era un instrumento que transmitía al oyente emoción y escalofrío en cada uno de los tercios.

Los días 11 y 15 de marzo de 2003, estando Fernanda convaleciente de la enfermedad de Alzheimer que la aquejaba, se celebró un homenaje a su persona y su carrera en Madrid y Sevilla que congregó a las más destacadas figuras del flamenco actual.

El 24 de agosto de 2006, Fernanda falleció en su domicilio de Utrera a causa de un paro cardiaco.


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