Carmen Amaya Amaya (Barcelona, 2 de noviembre de 1918 - Bagur, Gerona, 19 de noviembre de 1963) fue una bailaora, cantante y actriz española.
La aparición de Carmen Amaya supuso un punto de inflexión en el baile flamenco en general, y en el baile de mujer en particular. Revolucionó la forma de baile generalizada hasta la fecha, en la que la mujer se lucía básicamente con marcajes, desplazamientos, quiebros y braceos y el zapateado quedaba relegado al uso de técnicas muy simples (tanto rítmicas como de ejecución) y apenas se usaba como adorno y en los finales.
Carmen rompió estos esquemas ofreciendo un baile propio, en el que los gestos y marcajes no obedecían a figuras estéticas sino a las emociones que experimentaba la bailaora, la fuerza y libertad que primaban en cualidades reservadas hasta el momento para el hombre así como el carácter propio del palo que interpretaba. Una de las formas de expresión de ese genio fue (y es) sin duda, la fuerza expresiva y rítmica de su zapateado. Sus bailes incorporaban una o dos letras pero el gran protagonismo lo tenían las escobillas en las que derrochaba toda su gran riqueza rítmica y el indudable virtuosismo de su zapateado, tanto por las técnicas como por la velocidad. Además el baile a veces era interpretado con pantalón, en lugar de vestido. Esa forma de bailar única, pues llevaba un sello absolutamente personal de reconocimiento y lucha, dejó huella en una generación de bailaoras que se iniciaban en el momento de más esplendor de Carmen: la Singla, la Chunga, Juana Ximenis, la Chana...
Fue una artista genial, de inimitable estilo, dinamismo fulminante y temperamento personalísimo, son inolvidables sus alegrías, zapateados, fandangos, soleares y bulerías. De ella dijo Vicente Escudero: “La vida de Carmen ha sido pura leyenda y todo el mundo debería haberla visto bailar por lo menos una vez. Ha sido una bailaora única por su electricidad, por el genio y la rabia de sus figuras”. Y el gran Antonio corroboró: “La mejor. No habrá nunca otra como ella”.